Todos tenemos nuestras preferencias más íntimas: en mi caso (y entre otras) se trata de las estructuras ocultas del mundo microscópico.
Como biólogo trabajo en la actualidad con instrumental especializado muy sofisticado de las marcas más prestigiosas, pero en casa prefiero hacerlo con un binocular de modelo clásico. Ya desde niño y durante toda mi época de estudiante tuve microscopios, a veces aparatos estrambóticos, montados por mi mismo a partir de lentes prehistóricas regaladas, tubos de pastillas en lugar del tubo y soporte de marquetería con contrachapado de desecho. Por eso sé muy bien lo que significa la improvisación, lo que implica tener mucha afición pero nada de dinero y es por ello que en este libro describo muchos métodos y trucos que cuestan muy poco dinero o prácticamente nada.
Por otro lado me he preguntado si la palabra «hobby, afición» debe ser siempre equiparada a “barato-. El aficionado a la caza ya no dispara con fusiles de baqueta ni observa con unos prismáticos de poco precio; el aficionado a las motos se gasta fácilmente más de medio millón de pesetas en su máquina: ahora ya dedicamos más dinero a nuestras aficiones. ¿Por qué el aficionado a la microscopía no podría permitirse el lujo de adquirir un buen aparato de investigación? Por ello he incluido también en mi libro instrumentos profesionales y técnicas especializadas.
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